All language subtitles for Werner Schroeter - Der Tod der Maria Malibran

La muerte de MARIA MALIBRAN.

Diariamente, la hermos�sima hija iba

y se paseaba junto al surtidor

donde murmuran las aguas claras.

Cada d�a al atardecer
estaba el joven esclavo junto al surtidor

donde murmuran las aguas claras.

Cada d�a estaba m�s p�lido.

Una tarde la princesa
se acerc� a �l y le dijo r�pidamente:

Quiero saber tu nombre,

tu patria, tu estirpe.

Y el esclavo respondi�: me llamo

Mohamet, soy originario del Yemen

y mi estirpe son los Asra,
los que mueren cuando aman.

... Y mi estirpe son los Asra,
los que mueren cuando aman.

He aqu� que la loca viene contone�ndose,

mientras se acuerda de algo vagamente.

Los ni�os la persiguen tir�ndole piedras

como si fuera un mirlo.

Ella amenaza con un bast�n

y hace adem�n de perseguirlos.

Sin embargo sigue adelante.

En el camino ha perdido un zapato

pero no se da cuenta de ello.

Largas patas de ara�a
se mueven por su nuca

pero son s�lo sus cabellos.

Su semblante no tiene ya
nada m�s de humano

y de repente estalla en risa

como una hiena.

Balbucea fragmentos de frases

que si se los pusiera uno al lado de otro
muy pocos le encontrar�a un sentido claro.

Su vestido lleno de agujeros

se mueve a intervalos en torno a
huesudas piernas salpicadas de
excrementos.

Ella sigue su camino,

como hoja de �lamo
llevada por el viento.

Ella, su juventud,

sus esperanzas y su felicidad de un d�a,

que evoca retrospectivamente de nuevo a
trav�s de la niebla de su raz�n destruida

por un torbellino de fuerzas desalmadas.

Ya no existe m�s su gracia,

ni su bellza de anta�o.

Su paso es vulgar

y su aliento huele a aguardiente.

Si los hombres fueran
felices en esta tierra

entonces deber�a uno asombrarse.

La loca no reprocha nada a nadie,

Es demasiado orgullosa

para lamentarse y morir�

sin haber revelado su secreto.
a quienes se interesan por ella.

Pero ella les ha prohibido

dirigirle en cualquier momento la palabra.

Los ni�os la persiguen tir�ndole piedras

como si fuera un mirlo.

Ella ha dejado caer de su seno
un rollo de papel.

Un extranjero lo recoge,

se encierra de noche en su casa

y lee el manuscrito

que contiene lo siguiente:

Sin embargo, cuando t� dices te amo

tengo que llorar entonces amargamente.

Cuantos accidentes ocurren, todos me acusan,
excitando a la venganza mi adormecido
aliento.

�Qu� es el hombre que funda
su mayor felicidad...

y emplea todo su tiempo
en dormir y alimentarse?

Es un bruto, nada m�s.

No: aquel que nos form�
dotados de tan extenso

conocimiento que con �l
podemos ver lo pasado y futuro.

No nos dio ciertamente esta facultad,
esta raz�n divina, para que estuviese

en nosotros sin uso y torpe.

Sea, pues, brutal negligencia,

sea t�mido escr�pulo que no se atreve
a penetrar los casos venideros,

proceder en que hay m�s parte

de cobard�a que de prudencia.

No s� para qu� existo, diciendo siempre
"tal cosa debo hacer, puesto
que hay en m� suficiente

raz�n, voluntad, fuerza
y medios para ejecutarla".

Por todas partes hallo ejemplos
grandes que me estimulan.

Prueba es bastante ese numeroso ej�rcito

condotto da
conducido por un pr�ncipe joven y delicado,

cuyo esp�ritu impelido de ambici�n generosa

desprecia la incertidumbre de los sucesos
y expone su existencia fr�gil y mortal

a los golpes de la fortuna,
a la muerte, a peligros terribles,

y todo por un objeto de tan leve inter�s.

El ser grande no consiste en obrar

s�lo cuado ocurre un gran motivo,

sino en saber hallar una raz�n plausible
de contienda, aunque sea peque�a la causa,

cuando se trata de adquirir honor.

�C�mo, pues, permanezco yo en
ocio indigno muerto mi padre
alevosamente,mi madre envilecida,

est�mulos capaces de excitar
mi raz�n y mi ardor,

que yacen dormidos?
Mientras para mi verg�enza

veo la destrucci�n inmediata de
20.000 hombres,

que por un capricho van al sepulcro
como a sus lechos

combatiendo por un terreno

que a�n no es suficiente sepultura

para tantos cad�veres.

�Oh!, de hoy en m�s

no existir� en m� fantas�a o idea ninguna
o cuantas forme ser�n sangrientas.

D�nde hallareis un sauce
que crece a las orillas de

ese arroyo, repitiendo en
las ondas cristalinas la

imagen de sus hojas p�lidas.
All� se encamin� coronada

de ran�nculos y luengas flores
purp�reas que entre

los sencillos labradores se reconocen bajo una
denominaci�n grosera, las modestas doncellas

llaman dedos de muerto.

Habiendo llegado,

se quit� la guirnalda

y queriendo subir a suspenderla
de los pendientes ramos

se troncha un v�stago envidioso

y caen al torrente fatal ella
y todos sus adornos r�sticos,
Las ropas huecas y extendidas

la llevaron un rato sobre las aguas
semejante a una sirena y en tanto

iba cantando pedazos de tonadas antiguas

como ignorante de su desgracia.

o como criada y nacida en aquel elemento.

Pero no era posible,
que as� durase por mucho tiempo

las vestiduras, pesadas ya con el agua

arrebataron a la infeliz,
interrumpiendo su canto dulc�simo

la muerte.

�Al fin?

�Entonces se ahog�?

S�, se ahog�...

D�jame

entrar hasta ti

antes de que sea

demasiado tarde.

Tu deseo vehemente no significa nada
para m�.

La apariencia pasa.

Yo busco las leyes.

Cuando t� me abrazas
experimento un sentimiento de modestia

y puedo soportar sin dolor
el que t� me estimes.

Ella ha muerto,

Maria.

Te suplico, Dios de amor
ac�gela junto a ti.

Un marinero vestido de blanco
ven�a a lo largo de la calle

con el paso contoneado de la gente
de mar.

Lo mir� sin saberlo propiamente.

Era mucho m�s joven de cuanto yo lo hab�a
sido

y mucho m�s bello y m�s rubio,

y su hombr�a era tan natural

que por un instante sent� un estremecimiento.

Nuestros caminos se cruzaron

como si hubiera visto en mis ojos
una mirada traidora,

me mir� seductora y fijamente.

Una tal mirada deb�a haberla
lanzado a�n poco antes

a uno de los semblantes
compuestos en los caf�s

con desespero duidadoso.

Si esta mirada hubiera durado
tan s�lo un segundo m�s

entonces se habr�an dejado oir palabras,

algo as� como lo ordinario:
Vamos, Baby, a ti debiera yo conocerte.

Mi semblante ard�a
y mi coraz�n palpitaba hasta mi cuello

cuando me apresur� e intent�
mirar fijamente hacia adelante.

Me sorprendi� en un momento desprevenida

pues en efecto no hab�a pensado en �l

sino en la carta en mi bolsillo

y en Helmut.

Cuando cambi� la calle

me pregunt� a mi misma

qu� habia podido ver justamente en m�.

Yo ya no era tan joven como
para creer que mi paso
o mi manera de tener las manos

hab�a llamado su atenci�n.
No, deb�a tratarse de otra cosa.

Algo que no me atrev�a a mirar en los ojos

porque eso ser�a
como mirar al deslumbrante sol.

Algo que no me atrev�a a mirar en los ojos

porque eso ser�a
como mirar al deslumbrante sol.

�Alfred!

�Por qu� no te acuerdas?

�Soy yo!

Alfred!

�Soy yo!

�Esp�rame!

�No me abandones!

�Por qu� quieres abandonarme?

�Por favor, esp�rame!

�No te acuerdas de m�?

�No me dejes!

Ti prego aspettami!

Soy yo, no me recuerdas?

por favor!

no me dejes!

Soy yo!

No me reconoces?

Espera!

Espera!

Eran las nueve y media

y �l esperaba estar hasta las diez
en casa.

Hab�a sido arrogante de su parte

el obrar as� como si estuviera seguro

de conocer el futuro.

Hab�a sido arrogante de su parte

el obrar as� como si estuviera seguro

de conocer el futuro.

�No pod�a atraves�rsele en el camino
alg�n imprevisto obst�culo?

�Y un hecho tal hubiera

sido tan extraordinario

que �l hubiera podido
hacerlo valer como excepci�n?

�Por qu� no considera m�s bien

como un hecho anormal

el que hasta ahora le haya sido posible
sentirse libre de inquietudes

y, por decirlo as�, feliz?

De hecho, �con qu� derecho

pod�a afirmar

que llegar�a a su casa sin da�os

si alguien lo espiaba y le persegu�a

como si �l fuera su futuro bot�n?

Suspiro tanto por ti.

Suspiro tanto por ti.

Para m� esto es la muerte.

Para m� esto es la muerte.

Para m� esto es la muerte.

Los juicios sobre los hombres

tienen m�s valor

que los mismos hombres.

Si permito a los hombres

despreciarme

entonces no deben olvidar decir

que esto es todo

lo que por ellos puedo hacer.

Che cosa devo fare ora?

�Qu� debo hacer ahora?

No habr�a debido darle

mi amor.

��l ha muerto!

�Muerto!

Dejemos esto para ma�ana.

Dejemos esto para ma�ana.

Dejemos esto para ma�ana.

Federico Garc�a
El padre de Mar�a Malibran

Dios os acompa�e.

Dios os acompa�e.

�A d�nde vas?

A Eisenstadt.

Entonces podemos hacer el camino juntos.

Creo que para un joven

la mejor posibilidad de ganar su sustento

es la de tomar la aguja.

Asegurar la pisada de su robusto calzado

es la tarea m�s noble de un meridional.

Pero yo creo que la fineza del objeto
con el que me ocupo

corresponde a la esencia de un
h�bito hermoso y caliente.

El vestir a los desnudos no tiene sentido

pues yo s� que la pisada de quien

lleva mi calzado es tan fuerte

que no tiene necesidad de calor.

Te aconsejar�a
proveerte de provisiones suficientes.

Por mi parte, en aquel pueblo
me procurar� bastante pan.

El camino es muy corto. As� llegaremos
a la meta antes del crep�sculo.

Yo no tengo miedo, Hugo.

�Lo sentir�s!

Si me das uno de

tus ojos azules y radiantes

entonces te dar�

de comer.

Debes saciarte.

Pero por ello quiero yo sacarte un ojo.

�D�nde estamos?

En un lugar

donde puedes al fin descansar.

Junto al estanque hay un aliso.
Entre sus ra�ces crece una planta azul.

Quien haga de ella una infusi�n
y la de a un enfermo

ese tal lo habr�a curado pronto.

T� sabes muchas cosas, pero mi
ciencia sospecho m�s grande

y podr�a ser �til a muchos.

En la capital se mueren por sequ�a.
�Los muertos!

Donde podr�an sin embargo tener agua
suficiente.

Ante la puerta oriental hay un haya.

Un caballo blanco arranca sus hojas.

Sobre este caballo se debe cabalgar tres veces

en torno a la plaza del mercado,
pero las chispas deben saltar.
�Y t�?

En seguida todos los ciegos
podr�an recobrar la vista

si se lavasen sus ojos
con el roc�o de esa ma�ana.

�Puedo ver nuevamente!

todavia!

Si me das uno de tus ojos...

Tienes coraje, hija m�a.

Un d�a te ocurrir� algo maravilloso,

Maria.

Yo no le conozco.

No he estado nunca aqu�.

Soy cantante.

�Usted tambi�n?

Yo tambi�n soy cantante.

Yo tambi�n soy cantante.

Quiz�s alguna vez nos veamos de nuevo.

En el a�o 1814

Cuando el pie resbala sobre una rana

entonces se siente asco.

Si en cambio se toca ligeramente
con la mano el cuerpo humano

entonces se agrieta la piel de los dedos
como la escama de un bloque de mica

que se rompe con el martillo.

Y como el coraz�n de un tibur�n que muerto
desde hace una hora palpita

a�n sobre el puente con tenaz fuerza vital

as� se mueven nuestras entra�as
hasta la �ltima fibra

fino all'ultima fibra.

a�n largo tiempo despu�s del contacto.

Tan grande es el horror que el hombre

infunde a sus semejantes.

Tan grande es el horror que el hombre

infunde a sus semejantes.
El antiguo templo de Danderah

se encuentra a hora y media

de distancia de la orilla izquierda del Nilo.

Una multitud sin n�mero de avispas

se han ense�oreado hoy de las corrientes

de agua y de los caminos marginales.

Revolotean alrededor de las columnas como
espesas ondas de un copete negro.

Como �nicos habitantes del fr�o p�rtico

guardan la entrada de los vest�bulos

como si eso fuera su derecho hereditario.

Yo comparo el zumbido de sus alas met�licas

con los incesantes choques de los t�mpanos

que durante la rotura del hielo de los mares
polares chocan unos con otros.

Pero si pienso en la conducta de aquel

a quien la Providencia otorg� el trono sobre esta tierra

entonces las tres puntas de ala de dolor

hacen oir su zumbido m�s fuerte.

Ha muerto.

Mar�a, �l ha muerto, muerto.

muerto.

Muerto.

Incluso su tumba se me oculta.

Diez a�os despu�s

�Podeis

vosotros imagin�roslo?

No me siento culpable de nada.

Lo digo por �ltima vez.
No trabajo m�s con �l.

Pero le ruego.

No quiero sino su bien.

No puedo trabajar m�s con Federico.

No puedo m�s y no quiero m�s.

Pero le ruego, se�ora Malibran.

Usted debe cantar.

Lo ha prometido.

Es una locura obligarme.

Mama,

Madre, �puedo tener la mu�eca
que quiero tanto?

Seguro, hija m�a,

te lo prometo,

pero s�lo si diariamente
tomas tus lecciones de canto.

Signora Malibran,

su hija acaba de suicidarse.

adie puede ahora obligarla m�s.

Pero yo le he dicho que es lo mejor para Ud.

Ud. debe hacerlo aunque sea s�lo para m�.

Pronto ser�s t� un �ngel en el cielo.

Yo morir�, pero mi muerte
me vengar� al menos.

No morir� sola.
Alguien me seguir�.

Acomodo:
Luis D.Prieto M.