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UNA SERIE DOCUMENTAL ORIGINAL DE NETFLIX

Subí al piso con Dennis, mi hijo mayor.

Llamé a la puerta y preguntaron:
"¿Quién es?".

Dije: "Soy yo, Kim.
Vengo a pagaros los 300 dólares".

Acto seguido...

Noté un golpe en la cabeza.

Me ardía el rostro.

La bala me alcanzó aquí,
en este lado de la cara.

Me arrancó el ojo de cuajo.

Dennis estaba a mi lado.
Vi mi ojo sobre su camiseta.

No sentía nada. Estaba conmocionada.

Cuando me ingresaron en el hospital,

muchos miembros del hampa

vinieron a regalarme
montones de ramos de flores,

y me dejaron claro
que no podía hablar de lo ocurrido.

Y menos con la Policía.

Es el código del hampa australiana.

SEÑORES DE LA DROGA

EL CLAN PETTINGILL
LA DINASTÍA DE LA HEROÍNA EN AUSTRALIA

Melbourne, 1985.

La segunda ciudad más grande de Australia
disfruta de una gran bonanza económica,

pero una epidemia de heroína asuela
la ciudad de tres millones de habitantes,

avivada por una oferta casi ilimitada
de mercancía barata

procedente del cercano sudeste asiático.

Kath Pettingill y los desaprensivos
miembros de su prole

sacan provecho del próspero mercado

y se consolidan
como grandes proveedores en Melbourne.

Cabecillas implacables
de un imperio del crimen,

ganan más de cinco millones de dólares
al año

vendiendo heroína
a los adictos insaciables de Melbourne

y por todo el estado de Victoria.

La red de narcotráfico Pettingill

era seguramente la más grande
y activa de Australia.

INSPECTOR JEFE
DEL CUERPO DE POLICÍA DE VICTORIA

Como señores de la droga,
estaban en la cima.

Calculamos que ganaban de tres a cinco
millones de dólares al año,

que equivaldrían
a unos 20 millones de hoy.

La droga es el negocio principal
de los Pettingill,

pero la violencia es su seña de identidad.

Y aunque Kath es la matriarca de la banda,

Dennis, su primogénito, es el líder,
además de un psicópata.

Todos le tenían pavor.

Utilizaba una violencia atroz
contra la gente,

los rajaba con una espada, les disparaba,

y ejercía toda forma de violencia.

SARGENTO DEL CUERPO DE POLICÍA DE VICTORIA

Pero a pesar
de la sádica conducta de Dennis,

el apoyo que Kath brinda a su primogénito
es inquebrantable.

En ciertos ámbitos
se retrata a Kath Pettingill...

INSPECTOR DEL CUERPO DE POLICÍA
DE VICTORIA

...como una madre y abuela abnegada,

pero yo no la considero una madre.

Fue la incubadora
de un hatajo de criminales cobardes

que destruyeron la vida
de miles de personas.

Y debería juzgársela en consecuencia.

Kath se expuso por primera vez
a la vida delictiva en 1971.

Con dificultades para llegar a fin de mes,

la madre de diez hijos de tres padres
encuentra trabajo en un salón de masajes.

MASAJES, BAÑOS DE ESPUMA, SAUNA

Pero los clientes
no esperan un simple masaje.

Me mandaron a hacerle un masaje,
así que hice...

MATRIARCA DEL CLAN

Así, para masajearlo en condiciones,

mientras pensaba:
"Vaya, esto es muy cansado".

Cuando salí, las chicas me preguntaron:
"¿Has hecho algo?".

Y yo: "No, le he dado un buen masaje",
y se echaron a reír.

Pronto entendí lo que pasaba.

La primera semana cobré 1500 dólares.

En una semana. No me lo podía creer.

Kath aprende rápido
que si ofrece más servicios,

ganará aún más dinero.

Los azotaba con un látigo y cosas así.

Pagaban mucho dinero.

Aún guardo el látigo en el armario.

¿Te doy unos latigazos?

Kath reconoce la oportunidad empresarial
y da un paso más en su carrera delictiva

al pasar de prostituta a madama
y abrir su propio burdel.

Mientras tanto, los dos hijos mayores
de Kath, Peter y Dennis,

están al cuidado de su abuela, Gladys.

De hecho, Kath,
que solo tiene 16 años más que Dennis,

les dice a sus hijos
que es su hermana mayor,

traición de la que Dennis
se resarcirá más adelante.

AUTOR DE "THE MATRIARCH"

La influencia que tuvo Gladys
en Dennis y Peter no fue muy buena.

Gladys los golpeaba con una escoba,

así que desde niños aprendieron
que la violencia formaba parte de la vida.

Sin duda esto tuvo que influir en Dennis

cuando más tarde desarrolló
su propia naturaleza violenta.

Cuando Dennis y Peter eran adolescentes,

se metieron en muchos líos.

Siguieron la tradición familiar
de la vida delictiva.

Al final de la adolescencia, Dennis
empieza a cometer delitos más graves.

Y, cuando un fin de semana violento
con su hermano

termina con un tiroteo con la policía,

ingresa en la cárcel
por agresión y violación.

Entre rejas, Kath tiene una oportunidad
de ejercer de madre con su hijo mayor,

y esta vez no le falla.

Iba a visitar a Dennis cada fin de semana.

No quería que pensara
que me había olvidado de él.

Para mí era importante estar a su lado.

Creo que aquello marcó el comienzo
de un vínculo muy fuerte entre los dos.

- Es muy duro, joder.
- Aguanta.

Sigue el juego mientras vivas aquí.

- ¿Quieres salir?
- Sí.

Su relación era volátil y atípica.

Pero seguramente se gestó
en aquellas primeras visitas carcelarias

en las que no le falló nunca.

Cuando Dennis es puesto en libertad
en 1982,

regresa junto a su madre
y se traslada a la casa contigua

en el conflictivo barrio de Richmond,
en Melbourne.

Kathy estaba muy unida a él,
y era una relación bastante extraña.

Empezaron siendo como hermanos,
por decisión de ella.

Ya de mayor, Dennis solía buscarse novias
que se parecían a Kathy.

Entre las peleas turbulentas
que solían tener,

vivían períodos de verdadero afecto.

De vuelta en la calle,
Dennis se embarca en una nueva actividad.

Y hace partícipe a su madre.

Dennis entró en el hotel,
no me dijo para qué,

y al poco salió
con una bolsita de polvo blanco.

- ¿Es speed?
- Es heroína.

Pensé: "Por Dios,
¿qué piensa hacer con eso?".

No sabía si iba a consumirla él

o qué pensaba hacer con ella.

Esto nos pondrá a otro nivel.

- ¿Qué vas a hacer con ella?
- Venderla.

Y así empezó todo.

Dennis enseña a Kath
a preparar la heroína para venderla,

y el dúo de madre e hijo se transforma
en una pareja de delincuentes.

Recuerdo que él la medía,

medía la heroína pura,
y luego la duplicaba.

Con polvos de talco o algo parecido.

Lo mezclábamos todo en un bol.

Una vez mezclado, hay que dividirlo

y envolverlo en papel de aluminio.

Papel de plata. Se corta en trozos,

se echa la heroína y se cierra el paquete.

De medio gramo o un gramo.

Creo que eran 90 dólares el gramo,
y 50 dólares medio gramo.

Cuando la gente supo
que vendíamos heroína, vinieron en masa.

No parábamos de trabajar.

Cerraba la puerta a las 22:00.

Aprovechando los contactos
que hizo Dennis en la cárcel,

el negocio de narcotráfico de la pareja
crece rápidamente,

al igual que la participación
de otros tres hijos de Kath.

Era un negocio familiar.

Victor, Trevor y Jamie participaban.

Mientras los hermanos Trevor y Jamie
hacen recados para Dennis,

Victor, un sádico y prolífico atracador
de bancos, recibe el papel de sicario.

Victor era nuestro brazo fuerte.

Si pasaba algo, se ocupaba él.

Pero el ascenso meteórico y violento
de los Pettingill

vuelve a ponerlos en el punto de mira
de la Policía de Melbourne.

Peter, Dennis y Victor dirigían
una red de narcotráfico a gran escala,

pero lo hacían de forma independiente.

Peter tenía un pequeño negocio,
como él lo llamaba.

Y ganaba unos 35 000 o 40 000 dólares
a la semana.

Dennis ingresaba
unos 50 000 dólares a la semana

con sus actividades delictivas,
en lo que a las drogas respecta.

El dinero llega a espuertas.

Pero Dennis se encarga de los beneficios.

El dinero no se dividía.

Dennis se lo llevaba todo
y nos daba 300 dólares al día a cada uno.

Él era el jefe y nosotros los indios.
Cobrábamos por hacer lo que nos mandaba.

Pero ¿quién más ganaba 300 dólares al día?

Habría que trabajar muchas horas.
Para nosotros era una fortuna.

Cuanto más dinero ganaba,
más invertía en sí mismo.

Se compraba cadenas de oro.

Valían más de 250 000 dólares.

Dennis se proclama el incontestable
señor de la droga del clan...

...e invierte los beneficios del negocio
en inmuebles de Melbourne.

El negocio iba tan bien
que compró el 86 de la calle Chestnut,

y luego el 35 y el 37
de la calle Stephenson,

además de la granja de la calle Cubert.

Intentaba levantar un imperio.
Esa era su intención.

Dennis adquiere 14 inmuebles baratos
en total

y convierte la calle Stephenson
en la sede criminal y refugio del clan.

Pero cuando paga
tres de las casas en metálico,

Dennis llama la atención de la Policía.

Él mandaba en esa zona de Richmond.

Controlaba el narcotráfico de la zona.

Controlaba en gran medida
la criminalidad de la zona.

Pensaba que podía hacer
lo que se le antojara.

La Policía intenta contener
la marea Pettingill

centrándose en la familia
y sus dos casas de la calle Stephenson.

La Policía no dejaba en paz a Dennis

e intentaba pillarle con la heroína.

Pero él se creía más listo que ellos.

Convirtió su casa en una fortaleza.

Puso todo lo necesario
para que la casa fuera segura.

No se podía entrar por detrás
ni por delante.

Ni siquiera la policía podía entrar.

No habrían podido entrar ni con un mazo.

Era como Fort Knox.

La Policía cambió de táctica

y montó una operación de vigilancia
cerca de los edificios de la banda.

Participé en la vigilancia
del clan Pettingill,

me pasaba horas
en los puestos de observación en fábricas

o en la calle,
dentro de coches desvencijados.

Teníamos cuidado con dónde aparcábamos

para pasar desapercibidos.

Ahí está.

Con cámaras de visión nocturna
grabábamos sus movimientos.

Así sabíamos con qué frecuencia
iba y venía la gente.

Narcotraficantes, prostitutas, yonquis.
Eran pruebas fantásticas.

PROHIBIDA LA ENTRADA

Esta es la de Dennis. Es la misma verja.

Era un antro de inmoralidad.
Era la sede del crimen en Melbourne.

Dennis salía por aquí
y un coche doblaba la esquina.

Los maleantes llegaban aquí,
paraban diez o 20 segundos,

Dennis se acercaba al coche

y se producía un intercambio de dinero.

Luego entraba, salía con la droga,

normalmente en un pañuelo,
y la lanzaba al coche.

Volvía dentro a toda prisa,
cerraba la verja,

pasaba a la siguiente, cerraba la puerta
y se encerraba en su fortaleza.

El equipo de vigilancia de McLaren

recopila abundante información
sobre la venta de heroína de Dennis.

Sin embargo, para poder detenerlo,
deben pillarlo en posesión de la droga.

Era imposible que la policía
entrara en sus casas

o lo hiciera a la velocidad necesaria.

A un equipo le llevaría,
pertrechado con un mazo,

como mínimo diez o 15 minutos para entrar.

Y para entonces, claro,

ya habrían tirado la droga por el retrete

o la habrían esparcido por el patio.

Así que llamamos al SOG,

nuestro cuerpo de élite...

Son los que van vestidos de negro.

Lo que hicieron fue ir de madrugada

y empujar sus 4x4, con el motor apagado,

hasta ponerlos delante de las casas.

Engancharon unas cadenas silenciosas
en las puertas

y en las verjas reforzadas,

arrancaron los vehículos

y los pusieron a 150 km/h.

Las puertas
se desprendieron de las bisagras.

Y los agentes entraron.

De pronto, te encuentras en casa

a seis agentes, unos cabrones enormes.

Les dije: "No puedo ni abrir la puerta.
Echadla abajo, coño".

No podía meter la llave en la cerradura
porque temblaba.

Dios mío, fue horrible.

Gritaban: "¡Policía! ¡No se mueva!

¡Al suelo!".

Al suelo.

Pasé mucho miedo.

Cuando la patrulla especial
hubo atado a todos de pies y manos,

los técnicos pudimos entrar,
asumir el mando

y efectuar el registro,

recopilar pruebas y buscar la droga.

Mientras tanto,
Dennis llama a su abogado, Andrew Fraser,

que se pone manos a la obra
para salvar a Dennis de la cárcel.

La escena más habitual
era ver la casa llena de policías,

perros, más policías,
a Kath pegando gritos...

ABOGADO DE LA FAMILIA PETTINGILL

...a Dennis dando vueltas
y mascullando entre dientes.

Dennis quería que yo fuera a las redadas

porque le preocupaba que pudieran...

En Australia lo llaman "cargarlos",
hacerles un regalo.

Colocar pruebas falsas.

Y, tal como me dijo un policía
que ahora ha fallecido:

"Fraser, recuerda una cosa.

Es de mala educación
ir a una fiesta sin llevar un regalo".

Aunque, por otra parte,
en más de una ocasión

Dennis me dijo:
"Oye, hay una bolsa de jaco.

Van a encontrarla,
¿puedes cogerla tú y llevártela?

Me lo pidió en más de una ocasión,

y, evidentemente,
en más de una ocasión rehusé hacerlo.

La Policía no encuentra nada
en esta ocasión,

pero la frecuencia de las redadas aumenta.

Y Dennis empieza a considerarlo
el juego del gato y el ratón.

Le gustaba utilizar tretas

para que la Policía no le detuviera.

Si encuentran un arma en tu casa,
estás en posesión de ella.

Y lo que hacía Dennis
era excavar a través del huerto

bajo la valla hasta el patio de al lado,

escondía ahí las armas y la heroína,
y luego las cubría.

Y la Policía, claro está, rebuscaba,
lo encontraba

y decía: "¿Esto qué es?".
Y Dennis: "¿A mí qué coño me cuentas?

No es mi casa.
No lo había visto en mi vida".

Se llevaban las armas
y analizaban las huellas,

pero él no era tonto.

Nada tenía huellas, así que se descartaban

y al minuto ya tenía más armas.

Cuando la Policía halla droga en la casa
de Kath, contigua a la de Dennis,

esta comprende que su hijo no duda
en inculpar a su madre para salvarse.

Yo no sabía que había droga en el patio.

Alguien de la banda
la había escondido allí.

Daba igual que a mí me detuvieran,
siempre que a Dennis no le pasara nada.

Todo el mundo era prescindible entonces.
A él le daba igual quién fuera.

A Dennis le daba igual,
siempre que él estuviera a salvo.

Hasta su madre.
La venganza estaba servida.

Se vengaba porque no lo había criado yo.

Se venga por abandonarlo
en manos de parientes

y por hacerle creer
que ella no era su madre.

La relación entre Dennis y Kath
se deterioró.

Dennis se volvió más poderoso
y más violento,

y Kath se vio cada vez más arrinconada.

Es más, Dennis me dijo en una ocasión:

"A la vieja no le cuento nada
porque es una bocazas".

En otras palabras, me dijo
que a Kath no se le podían confiar

muchos secretos
porque podía irse de la lengua.

Gracias a las continuas redadas,

la Policía logra detener a Dennis
por posesión de droga y armas.

No obstante, sus apariciones en el juzgado
y su capacidad para burlar al sistema

le ayudan a librarse de la cárcel.

Dennis me había dado unas instrucciones
muy claras.

"Aplazar, aplazar, aplazar",
hasta que ya no pudiera aplazarse más,

"y luego dejármelo a mí".

La idea era retrasar lo inevitable

y mantener el negocio en marcha.

Un día, Dennis me dijo en el juzgado:
"Paremos. No me siento bien".

Le respondí: "Esa baza ya la hemos jugado

tantas veces
que la policía ya no se lo cree".

A lo que contestó: "De acuerdo".

Estaba en el banquillo
y lo primero que dijo fue...

Apenas acabábamos de empezar,

y gritó desde el fondo de la sala:

"¡Voy a potar!".

Salió del banquillo a toda mecha

y se oyeron unas arcadas muy desagradables
por toda la sala.

Dennis volvió limpiándose la boca y dijo:

"Disculpe, señoría,
tenía que potar. ¿Seguimos?".

"Sí, de acuerdo".

"Voy a potar otra vez", y salió disparado.

Total, que el juez empezó a mosquearse

y le dijo: "Tiene que controlarse".

Y al poco se oyeron arcadas
en el banquillo.

Esta vez ni se molestó en abrir la puerta,

levantó la vista
mientras se enjugaba las lágrimas

y dijo: "Me he puesto los zapatos nuevos
perdidos de pota, señoría".

La sala entera apestaba a bilis.

Consiguió el aplazamiento
porque nadie soportaba aquel hedor.

Era un hombre muy polifacético.

Mientras los inspectores de Melbourne
siguen detrás de Dennis,

el señor de la droga forja
una relación mutuamente beneficiosa

con otros agentes de policía,
para blindarse aún más de la cárcel.

La Policía había perseguido a Dennis
sin mucho éxito.

Uno de los obstáculos

era que había policías
que ayudaban a la familia Pettingill.

Si un policía paraba a Dennis,

este le informaba de que era un confidente

y estaba trabajando en una misión

que se echaría a perder
si no dejaban que se fuera.

Se sabe quiénes eran los policías
que colaboraban con Dennis Allen

y los Pettingill en aquella época.
Se sabe bien.

A mí y a un compañero, Paul Higgins,

nos eligieron para ganarnos
la confianza de los Pettingill

y ver si podrían ser confidentes
para la Policía.

Cuando conocí a Dennis,
llamé a la puerta de su casa y dijo:

"¿Quién cojones llama? ¿Quién eres?".

Le dije: "Soy de la calle Russell,
Brian Murphy".

Y él: "Me suena tu nombre, coño.
¿Qué quieres?".

Respondí: "Se me ha ocurrido
venir a saludarle".

"¿Por qué?". Y yo: "Por nada en especial".

"Pues no pienso darte nada,
¡así que vete a la mierda!".

Aunque Kath le había enseñado a Dennis
el código sagrado del hampa,

traicionó ese principio

y empezó a delatar a otros delincuentes
a la Policía.

En una ocasión,
yo estaba hablando con Dennis

y le dije:
"He visto el coche de fulanito allí".

Él contestó: "Es un cabronazo de cojones.

Cometió un atraco a mano armada

y vino corriendo con el dinero
que se había llevado del banco.

No quiero su puto dinero ni su droga".

Dijo: "No quiero saber nada de él.
Ese tío es un chivato".

Delató a aquel hombre porque le caía mal,
nada más.

Fue uno de los primeros atracadores
a los que denunció.

Esos maleantes necesitan un policía.

Necesitan un agente en el que confiar.

Con el que puedan hablar

y al que puedan decirle cosas
porque se sienten mejor

y así saben que tienen a alguien
a quien llamar si hace falta.

Dennis no era leal a nadie
en el mundo del crimen.

No cerraba filas, sino todo lo contrario.

Dennis era el clásico soplón.

Lo peor que se puede decir
de un delincuente es que es un soplón,

porque delata a los demás.

Era un desgraciado sin la menor decencia.

Los soplones son como el estiércol.

Huelen mal, puede que apesten,

pero te dan buenas verduras
y los resultados hablan por sí solos.

A lo largo de 12 meses, Higgins y yo
creemos que delató a 32 atracadores,

y en aquella época
había una verdadera oleada de atracos.

Es increíble que pudiera delatar
a tanta gente.

Yo no sabía
que Dennis fuera confidente de la Policía.

No lo supe, y no me lo habría creído.

Pensaba: "No, en el hampa no somos así.

No hacemos esas cosas".

Pero sí que delató a gente.
Delató a mucha gente.

Me sentí traicionada.
No le importaba su familia.

Mientras se acumulan
los cargos en su contra,

Dennis busca otras formas
de garantizar su libertad.

Un día vi que Dennis le daba un sobre
a un agente, ahora fallecido,

y me preguntó: "¿Qué crees que contiene?".

Respondí: "Dinero, claro". Él: "¿Cuánto?".

Y yo: "No tengo la menor idea".

Dijo que uno de los grandes para él
y otro para su amigo.

Y así durante una semana. Con 7000 pavos
a la semana compras mucha influencia.

Pero, por ejemplo,
Dennis me dio dos números de teléfono.

Sin nombres, solo dos números.

"Si alguna vez me detienen,
llama a uno de esos números.

De día o de noche, la hora da igual".

Y solo tienes que decir:
"Ese hombre está en...".

La comisaría que fuera, y colgar.

Y luego esos agentes iban al juzgado

y decían que Dennis
debía salir bajo fianza.

A finales de los 80, se investiga
al compañero de Murphy, Paul Higgins.

Aunque no hay pruebas que demuestren
que Dennis sobornó a Higgins,

lo acusan de corrupción

y lo declaran culpable
de recibir otros pagos turbios.

Higgins cumple cinco años de condena.

A Murphy también lo investigan,
pero no llegan a acusarlo.

Y hoy sigue negando rotundamente
que estuviera corrupto

o que hubiera aceptado sobornos.

Dennis Allen no me pagó una mierda.

A lo largo de los años,
la gente me ha acusado a la cara,

han dicho a conocidos míos
que Dennis Allen me tenía en el bote.

Nunca ofrecieron ninguna prueba,
porque no las tenían.

Jamás ayudé a Dennis a evitar la cárcel.
Que quede muy claro.

Dennis era muy habilidoso.

Era artero como el que más.
Era más artero que 20 hombres juntos.

Contra mí no tenían nada
porque yo no había hecho nada.

Dennis emplea su astucia para derrotar
a la Policía y eludir la cárcel.

Está en la cima de su poder
y se cree invencible,

así que cada vez consume más droga.

Dennis no consumía heroína.
El amor de su vida era el speed.

Lo convertía en un lunático.

Día y noche...

No descansaba, con frecuencia
se tiraba una semana entera sin dormir.

Se ponía frenético.

Dennis consumía cantidades de anfetaminas

que habrían matado a una persona normal.

Llevaba el cordón de una bata atado
permanentemente alrededor del brazo

para que las venas sobresalieran
y facilitaran las inyecciones,

y llegaba a inyectarse cada media hora.

Una cantidad enorme de speed.

Como el speed imposibilita el sueño,
Dennis se pasaba días seguidos sin dormir.

Al final de aquellos excesos,
su conducta era francamente aterradora.

Todo él era
como una abrupta terminación nerviosa.

El último año que trabajé con él
estaba totalmente desquiciado.

Había alcanzado tal grado de psicosis
que, cuando llamaban a su puerta,

él salía disparado...

...corría por la calle
o doblaba la esquina,

o se metía en algún garaje...
"Me vigilan".

Y era verdad.
Todos sabíamos que lo vigilaban.

Colocado y embriagado de poder,
Dennis pierde el control

y manifiesta una fascinación creciente
por las torturas y los asesinatos.

Dennis era inmoral en extremo.

No vacilaba en matar
o herir gravemente a alguien.

Dennis siempre atacaba por la espalda
sin avisar.

Disparaba, apuñalaba y mataba a la gente

sin la menor conciencia ni consecuencia.

Ni siquiera su madre puede controlarlo.

Este era Dennis cuando estaba enajenado.
Llevaba varios días despierto,

y tenía tantas ganas
de ponerme una pistola en la sien

que fue lo que hizo,
aunque yo fuera su madre.

Hace 30 años que no vengo por aquí.

Es el 35 de la calle Stephenson.
La casa era distinta cuando yo vivía aquí.

Este es el número 37, la casa de Dennis.

Yo me ponía aquí
a escuchar sus conversaciones

cuando invitaba a los peces gordos
del narcotráfico.

Se pasaba el día ahí dentro,
metiéndose speed.

No sé qué me encontraré cuando entre.

Muy malos recuerdos.

Esta era la habitación de Dennis,
tenía listones de madera en la puerta

para impedir que los demás

entraran en su cuarto mientras dormía.

Me da escalofríos estar en esta casa.

Había sangre y muertos. Era horrible.

Lo peor que he visto en mi vida
sucedió aquí.

Dennis mató a Wayne Stanhope
en esta habitación.

Había muchísima gente aquí sentada.

Dennis le pegó seis tiros en la cabeza.

Y luego otros seis.

Después le rajó el cuello.

Se aseguró de que estuviera bien muerto.

Luego tuvo la desfachatez
de venir a mi casa

a exigirme que me levantara
y viniera a limpiar el estropicio.

Iba dando tumbos
porque llevaba varios días sin dormir,

y me dijo: "Levántate y ven a mi casa,

porque acabo de matar a fulanito".

Al final ya no pasaba un solo día
sin estar colocado.

La droga lo había vuelto loco.

Si a eso le añades armas de fuego,

de repente... Se produce otra muerte.

Kath no podía seguir ignorando
el desbocado sadismo de su hijo,

así que finalmente intervino
para salvar a una de sus víctimas.

Una noche fui a su casa,
pasé al lado del baño

y vi que goteaba sangre.

Me di la vuelta y vi a un hombre
con un machete en la cabeza.

Dennis y sus amigos
estaban bebiendo en la mesa,

pegando risotadas,
y yo sabía que iba a matar a ese chico.

Así que lo acompañé a la puerta de atrás

y lo dejé salir al aire fresco.

A él no pudo matarlo.

Estaba dispuesto a matar a quien fuera.

Dicen que mató a 13 personas.

Yo ya no lo soportaba más.

Me ponía enferma. Quería matarlo yo a él.

Dennis no acataba ningún código criminal.

Era su propio juez y verdugo.

La relación de Kath con su primogénito
se ha roto irreversiblemente,

perdida en la niebla de droga, paranoia
y sed de muerte que rodea a Dennis.

Pero entonces, el caótico reinado
de Dennis hunde todo el imperio.

A los 35 años, su cuerpo sucumbe
súbitamente a toda una vida de maltrato.

Fue una escena espantosa,

sabía que le pasaba algo muy grave.
Estaba gimiendo.

¡Dennis! ¿Dennis?

Entré y vi a Dennis desplomado en la cama,
junto a la mesilla.

¿Me oyes? ¿Dennis?

Emitía unos sonidos tan horribles
que me asusté y llamé a la Policía.

Había tenido un ictus.

¡Dennis! ¡Por favor!

La adicción al speed de Dennis

hace que contraiga
una rara infección bacteriana.

Por lo visto, se le estaban desprendiendo
pedacitos del corazón.

Su fuerte declive provoca su perdición
en varios sentidos.

Ahora que el señor de la droga
es incapaz de vengarse,

los testigos
del asesinato de Wayne Stanhope...

MI HIJO "ERA UN ASESINO"

...lo acusan, dando lugar a la única
imputación de Dennis por asesinato.

Pero antes de que puedan juzgarlo,

Kath ayuda a Dennis
a huir de la justicia por última vez.

De repente, miré el monitor
y vi que estaba bajando.

Empezaron a sonar las sirenas
y las enfermeras entraron corriendo.

Dije: "Basta, no hagan nada.

No quiero que vaya a la cárcel,
quiero dejar que muera".

No quería que viviera.
Quería que aquello se acabara.

¿Entienden...? ¿Entienden lo que sentía?

No quería que se lo llevaran.

Quería que lo dejaran en paz.
Que dejaran que se fuera.

Cuando Dennis murió,
quedó un vacío en la familia Pettingill.

Habían perdido al cabecilla
que tanto tiempo llevaba al frente.

Seguramente mereciera sufrir como lo hizo

los últimos meses de su vida.

Aunque es una lástima
que no muriera antes.

Durante años,

Dennis dirigió un próspero negocio
de tráfico de heroína,

pero ante todo era el negocio de Dennis,

y todos los demás
estaban en segundo plano.

Tanto era así que, cuando él murió,
todo aquello acabó.

El negocio se vino abajo
casi de la noche a la mañana.

La muerte de Dennis
llevó la paz a la familia.

Y el imperio de la droga llegaba a su fin,
gracias a Dios.

Ya no había ninguna razón

para vivir allí, en Richmond,

así que vendí la casa de Dennis
y vine a vivir aquí hace 29 años.

LA AMISTAD SALE DEL CORAZÓN

Tenía que alejarme de allí
y de la vida delictiva,

de todo lo que había pasado. Estaba harta.

Kath Pettingill dio a luz a siete personas
perversas a más no poder,

varios de los peores criminales del país.

Como madre, tiene que vivir con eso

y encontrar el karma necesario
para llegar al final de su vida,

pero ni una vez los ha reprobado a ellos
ni sus atrocidades.

Kath se hace mayor,
esperemos que desaparezca pronto.

Me llaman la Abuela Malvada.

Yo no me considero malvada.

Nunca he hecho nada malo.

No he matado a nadie.
Yo no haría daño a nadie.

Siempre me criticarán
por lo que hizo Dennis.

Yo no puedo evitar
lo que hacen mis hijos de mayores.

¿Por qué debo cargar con la culpa
de lo que hicieron?

Hice lo que pude.

Aunque supongo que hice la vista gorda.

Subtítulos: Raquel Mejías